JAVIE CLEMENTE
domingo, 4 de noviembre de 2012
miércoles, 31 de octubre de 2012
sábado, 20 de octubre de 2012
sábado, 13 de octubre de 2012
propedeutico 2012
quiero contra mi experiencia en el seminario diocesano nuestra señora en el curso propedeutico donde se empisa a cursar el estudio para ser sacerdotes estos son mis compañeros de este año:
- Sergio Alzate
- Santiago Montoya
- Martin Ciro
- Diego Silva
- Edwin Valencia
- Fabian Bolaño
- Ricardo Muños
- Yeison Ceballo
- Edison Gallego
- Jeison Yarce
- Yoni Garcia
- Fausto Cardona
- German Rodrigues
- Andres Castaño
- Juan Pablo Cano
- Daniel Fernandez
- Uriel Gonzalez
- Anderson Guevara
- Armando Garcia
- Jesus Alvarez
- Herri Cardona
- Ricardo Grajales
- Freydi Lopez
- Jairo Ramos
- Daniel Ocampo
- Jaime Cardenas
- Jhoan Vergara
- Ever Quintero
- Victor Jarramillo
- Carlos Ortega
- Diego Poveda
- Wuilson Giraldo
- Santiago Vallejo
ensayo
OS DARE PASRORES
TIPO
DE DOCUMENTO: exhortación apostólica postsinodal de su
santidad Juan Pablo II sobre la formación de los sacerdotes en la situación
actual.
NOMBRE
DEL DOCUMENTO: “PASTORES DABO VOBIS” os daré pastores.
PAPA Y FECHA: Juan Pablo II el 25 de
marzo de 1992.
MOTIVOS:
ü Asamblea
general ordinaria del sino de los obispos dedicada a: “la formación de los
sacerdotes en la situación actual”.
ü Con
los veinticinco años de la clausura del concilio vaticano II.
ü Poner
en práctica la doctrina conciliar sobre el tema y hacerla más actual e incisiva
en las circunstancias actuales.
TITULOS:
v Capítulo
I: tomado de entre los hombres.
v Capítulo
II: me ha ungido y me ha enviado.
v Capítulo
III: el Espíritu del Señor esta sobre mí.
v Capítulo
IV: venid y lo veréis.
v Capítulo
V: instituyo doce para que estuvieran con él.
v Capítulo
VI: te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti.
INFORME
DE LECTURA
“Todo sumo sacerdote es
tomado de entre los hombres y esta puesto a favor de los hombres a los que se
refiere a Dios”. (Heb 5,1).
Con la carta a los hebreos
el apóstol Pablo quiere significar que Dios llama siempre a sus sacerdotes
desde determinados contextos humanos y eclesiales, que inevitablemente los
caracterizan y a los cuales son enviados para el servicio del Evangelio de
Cristo; ciertamente “hay una fisonomía esencial del sacerdote que no cambia: en
efecto, el sacerdote de mañana, no menos que el de hoy, deberá semejarse a
Cristo. Cuando vivía en la tierra, Jesús reflejo en sí mismo el rostro definitivo
del presbítero, realizando un sacerdocio ministerial del que los apóstoles
fueron los primeros investigados y que está determinado a durar a continuarse
incesantemente en todos los periodos de la historia. El presbítero del tercer
milenio será, en este sentido, el continuador de los presbíteros que, que en
los milenios precedentes han animado la vida d la Iglesia.” En la
sinagoga todos los ojos estaban fijos en el (Lc 4,20) es éste el rostro
de Cristo en el que deben fijarse los ojos de la fe y del amor de los
cristianos. Precisamente a partir de esta contemplación y en relación con ella
los padres sinodales han reflexionado sobre el problema de la formación de los
sacerdotes en la situación actual. Tal problema sólo puede encontrar respuestas
partiendo de una reflexión previa sobre la meta a la que están dirigidos el
proceso formativo, es decir, el sacerdocio ministerial como participación en la
Iglesia del sacerdocio mismo de Cristo.
Es en el misterio de la
Iglesia, como misterio de comunicación trinitaria en tensión misionera, donde
se manifiesta toda identidad cristiana, y por lo tanto también la identidad
especifica del sacerdote y de su ministerio. En efecto, el presbítero, en
virtud de la consagración que recibe con el sacramento del Orden, es enviado
por el padre, por medio de Jesucristo, con el cual, como Cabeza y Pastor de su
pueblo se configura de un modo especial para vivir y actuar con la fuerza del
Espíritu Santo al servicio de la Iglesia y por la salvación del mundo. Por lo
tanto, no se puede definir la naturaleza y la misión del sacerdocio ministerial
si no es bajo este multiforme y rico conjunto de relaciones que brota de la
Santísima trinidad y se prolongan en la comunión de la Iglesia, como signo e
instrumento, en Cristo, de la unión con Dios y de la unidad de todo el género
humano. Los presbíteros son, en la Iglesia y para la Iglesia, una
representación sacramental de Jesucristo Cabeza y Pastor, proclaman con
autoridad su palabra; renuevan sus gestos de perdón y de ofrecimiento de la salvación,
principalmente con el Bautismo, la penitencia y la Eucaristía; ejercen, hasta
el don total de sí mismo, el cuidado amoroso del rebaño, al que congregan en la
unidad y lo conducen al Padre por medio de Cristo en el Espíritu. En una
palabra, los presbíteros existen y actúan para el anuncio del Evangelio al
mundo y para la edificación de la Iglesia, personificando a Cristo, Cabeza y
pastor, y en su nombre.
Mediante la consagración
sacramental, el sacerdote se configura con Jesucristo, en cuanto Cabeza y
Pastor de la Iglesia, y recibe como don una “potestad espiritual”, que es
participación de la autoridad con la cual Jesucristo, mediante su Espíritu,
guía la Iglesia, gracias a esta consagración obrada por el Espíritu Santo en la
efusión sacramental del orden, la vida espiritual del sacerdote queda
caracterizada, plasmada y definida por aquellas actitudes y comportamientos que
son propios de Jesucristo, Cabeza y Pastor de la Iglesia y que se compendian en
su caridad pastoral. La caridad pastoral, que tiene su fuente especifica en el
sacramento del Orden, encuentra su expresión plena y su alimento supremo en la
Eucaristía: esta caridad pastoral dice el concilio fluye ciertamente, sobre
todo, del sacrificio eucarístico, que es, por ello, centro y raíz de toda la
vida del presbítero, de suerte que el alma sacerdotal se esfuerce en reproducir
en sí misma lo que se hace en el ara sacrificial.
“venid y lo veréis” (Jn
1,39) la dimensión vocacional es esencial y connatural en la pastoral de la
Iglesia, la razón se encuentra en el hecho de que la vocación define, en cierto
sentido, el ser profundo de la Iglesia su, incluso antes de su actuar. En el
mismo vocablo de Iglesia se indica su fisonomía vocacional íntima, porque es
verdaderamente convocatoria, esto es, asamblea de los llamados “Dios ha
convocado la asamblea de aquellos que miran en la fe a Jesús, autor de la
salvación y principio de unidad y de paz, y así ha constituido la Iglesia, para
que sea para todos y para cada uno el sacramento visible de esta unidad
salvifica”. La vocación de cada sacerdote presbítero existe en la Iglesia y
para la Iglesia, y se realiza para ella, de ahí se sigue que todo presbítero
recibe del Señor la vocación a través de la Iglesia como don gratuito, una gratia gratis data. El presbítero,
llamado a ser imagen viva de Jesucristo Cabeza y Pastor de la Iglesia, debe
procurar reflejar en sí mismo, en la medida de lo posible, aquella perfección
humana que brilla en el Hijo de Dios hecho hombre y que se transparenta con
singular eficacia, en sus actitudes hacia los demás, tal como nos lo presentan
los evangelios. La misma formación humana, si viene desarrollada en el contexto
de una antropología que abarca toda la verdad sobre el hombre, se abre y se
completa en la formación espiritual, de esta exigencia religiosa
fundamentalmente e irrenunciable arranca y se desarrolla el proceso educativo
de una vida espiritual entendida como relación y comunión con Dios. Cada
aspecto de la formación puede referirse a María como la persona humana que mejor
que nadie ha correspondido a la vocación de Dios; que se ha hecho sirva y
discípula de la Palabra hasta concebir en su corazón y en su carne al Verbo
hecho hombre para darlo a la humanidad.
POR: LUIS JAVIER CLEMENTE
MARTINEZ.
sábado, 6 de octubre de 2012
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